De TAO nos quedamos con ese último suspiro de amor que se llevó, que envolvió su cuerpo y su alma para volar muy lejos de aquí, hacia el arcoiris. Apenas unos poco días, desde el rescate, su mirada y todo su ser pudo conocer lo más bonito y bueno del ser humano.
Te cuenta su historia ese ángel que lo rescató.
Íbamos a comprar cuando vemos en el arcén de la carretera un perrito tumbado en una posición extraña que me hizo pensar que no podía moverse. Mi corazonada fue acertada. Paré, me acerqué al perro, me miraba con miedo, pero no se movía.
Lo cogí con cuidado para no hacerle daño, lo monté en el coche y nos fuimos para el veterinario. En un primer momento se pensó en neumotórax por cómo respiraba, a parte de alguna fractura. Le hicieron radiografías de todo el cuerpo, descartando el neumotórax y confirmando la fractura de cadera.
Mi clínica le envió las radiografías a un especialista en traumatología contándole también el resultado de la exploración que ella le había hecho, para que valorara la lesión y las opciones quirúrgicas.
Le pasamos el lector de microchip, por si sonaba la flauta….., y sonó. Tenía microchip, me eché a temblar porque en el RAIA ponía que era de caza (algo que ya imaginaba al tener el rabo amputado). Se llamaba Tao, bretón, de 2 añitos de edad. Había pasado por dos propietarios, (¡claro! El criador que lo vendió y el cazador que lo compró). Le llamamos porque es lo que hay que hacer, el perro tiene un propietario. En el RAIA no había alerta de perro perdido o robado, más miedo todavía.
Al otro lado del teléfono nos contesta un señor diciendo que ese perro se le perdió hacía un año, Después de remolonear un rato, diciendo que entraba a trabajar y que no podía venir a por él, empezó a darme la dirección de su casa para que le llevara al perro. Al final aceptó venir al veterinario.
Mientras esperábamos al propietario, le llega a mi veterinaria un email con la respuesta del especialista en traumatología, nos instaba a que fuéramos lo antes posible a verle porque sospechaba de daño neurológico. Se me cae el mundo a los pies….
Llega el propietario, lo pasamos dentro de la consulta con el perro encima de la mesa de exploración, se mantiene en todo momento a una distancia prudente del perro, apenas lo toca una vez en la cabeza y comenta la cantidad de pulgas que tiene.
Nos cuenta la historia del perro, de cómo llegó a sus manos, de cuándo se le perdió, trajo consigo los papeles del perro. Mi veterinaria le explica la situación del perro y que hemos pedido la valoración de un traumatólogo, parece no entender qué es un traumatólogo, así que insisto en describirle los cuidados que va a necesitar: no puede moverse, hay que darle de comer, de beber… el hombre dice que él no tiene dónde tener al perro ni tiempo para atender esas necesidades pero que se lo llevaba. Le hablo de la consulta de neurología que necesita el perro, sigue sin percatarse de lo que eso implica, le digo que necesita una operación de cadera, una recuperación, rehabilitación, que el perro no podrá volver a cazar. Vuelve a decir que él no puede ocuparse del perro. Y yo, temiendo que se lo llevara y lo dejara en un rincón de una nave, me envalentono y le digo ¿ME CEDERIA AL PERRO PARA DARLO EN ADOPCION? Y me dice que sí. Ahí respiro tranquila, aunque asustada por la que se me venía encima con el perro. Me cuenta que tiene pedigrí, que me lo da si lo quiero, le digo que no lo necesito, se ofrece si puede ayudar en algo y le digo lo que debo de las radiografías, que, si ayuda a pagarlo pues genial, me da 30€, no llevaba más encima, evidentemente el coste de las radiografías era bastante superior.
A la mañana siguiente vamos a la consulta del neurólogo, las peores noticias.
La fractura de la cadera no parece lo más importante, Tao tiene compresión medular con parálisis irreversible, esa compresión está muy cerca de las patas delanteras lo que implica que acabarán paralizadas también. Ahora las patas delanteras las tiene completamente rígidas. No tiene ningún control sobre su cuerpo, más que el movimiento de cabeza, no tiene control de esfínteres, hay que vaciarle la vejiga manualmente varias veces al día.
Nos dan la opción de un TAC para ver el punto exacto de la compresión y una cirugía para aliviar esa compresión, y el perro seguiría paralizado. Que tomáramos decisiones lo antes posible que la situación iría a peor.
¿Qué vida es esa?
Nos lo llevamos a casa a mimarlo como no lo habían hecho nunca en su vida, y a meditar sobre lo mejor para él. Pasamos el día con él, llenándolo de besos, caricias y llenándole la panza con todo lo que le apeteciera.
Con todo el dolor de nuestro corazón le dijimos adiós.
VUELA ALTO TAO.