Ya hace unos días que Castaña se marchó a Francia. Como tantos, tantísimos otros ha encontrado el amor y el respeto más allá de nuestras fronteras.
Castaña tiene hoy una familia guapísima de la que forma parte y ni siquiera recuerda que un día la sacamos de la perrera, de una jaula en la que esperaba la ejecución de su sentencia de muerte.
Castaña ya no sabe de galgueros, hambre, encierro, tortura y soledad. Para ella terminaron el miedo y el dolor.
Pero detrás de la felicidad de Castaña ha habido mucho trabajo, muchas lágrimas y también emoción e ilusión intensas. Sin los voluntarios de El Refugio-Escuela y su solidaridad, sin la generosidad de nuestros socios y amigos, sin vuestro aliento, Castaña hoy no sería una galga francesa.
Y sin Isabel e Isidro tampoco. Nuestros compañeros cuidaron de Castaña, le enseñaron a confiar y a dejarse querer, y con alguna que otra lágrima la dejaron marchar convertida en una preciosa, equilibrada y dulce galga.
Bueno es que todo lo que leo se merece un comentario, y dar las gracias a todos los que colaboran en esta labor tan noble.